El precio de la hipocresía que pone la vida de los niños en riesgo
Nos creímos el cuento cuando, desde la oposición, se blandía la bandera de la vida para exigir la renuncia de ministros por la muerte de niños en operaciones militares. Para llevar a las calles a cientos de colombianos con un deseo de cambio por lo que pasaba y sigue ocurriendo en el país.
Estos eran sus trinos cuando se declaraba opositor, Presidente Gustavo Petro:
De hecho, Presidente, usted mismo responsabilizó al jefe de Estado por las muertes de niños en combate.
La ética presidencial queda en entredicho ante la muerte de los niños
La realidad nos golpea con fuerza: 15 menores muertos en al menos cuatro operaciones contra estructuras del crimen. Tras estos hechos surgen preguntas que duelen: ¿cómo se mide la indignación?, ¿acaso depende de quién esté sentado en el Palacio de Nariño?
Duele reconocer que la vida de estos menores reclutados terminó reducida a una cifra fría, ignorada hasta que la denuncia pública obligó al gobierno a admitirla.
La incoherencia presidencial no es solo política, es ética. Aquel que comparó la justificación de estas muertes con los falsos positivos, hoy nos responde a los ciudadanos y al llamado de la Defensoría del Pueblo con un categórico “no se detendrán”.
El nuevo bombardeo que el Gobierno intenta justificar como un mal menor
Una amarga paradoja atraviesa esta discusión. El Gobierno sostiene que los menores fallecidos eran víctimas de reclutamiento forzado y responsabiliza a alias ‘Iván Mordisco’ por crímenes de guerra. Y claro, reclutar niños es una violación grave del Derecho Internacional Humanitario, uno de los delitos más atroces del conflicto.
Pero esta justificación, propia de la lógica del conflicto que el presidente prometió superar, es una huida. El bombardeo del 10 de noviembre en Guaviare, donde murieron siete menores, lo conocimos con días de retraso, alimentando la dolorosa sensación de que la verdad se oculta cuando no conviene al relato oficial.
La protección de la vida convertida en un principio negociable
La bandera de la protección a la niñez, que antes se defendía como un principio innegociable, ahora se ha flexibilizado por conveniencia táctica. Y aunque es imperativo enfrentar a los grupos criminales, la Defensoría ha sido clara: los bombardeos deben suspenderse hasta garantizar el estricto cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario.
El silencio de quienes antes alzaban la voz es la prueba más dolorosa de que la lealtad partidista terminó sepultando el compromiso con la vida.











